Hace semanas que intento retomar la historia que estaba haciendo y no puedo. Por algún motivo que desconozco - o que me empeño en ocultarme a mí misma - soy incapaz de continuar aquello en el mismo punto en el que lo dejé.
Lo he intentado con otras cosas: nuevos relatos, otras ideas que tenía en mente, etc. Pero nada. Ha sido imposible llegar a algo hasta hoy, cuando por fin me he dado cuenta de una cosa.
Necesito volver a sumergirme en la historia que quería contar, volver a sentirla, a reconocer a los personajes en las caras y los gestos de los viandantes, a pensar en la soledad del bosque de Aquis. A llorar por el hombre que se marcha solo en un tren con destino a ningún lugar y el corazón roto. A sonreír ante los distintos caminos que se abren ante mi protagonista y a maldecir cuando debe tomar el equivocado. A amar a los malos tanto o más que a los buenos. Pero sobretodo, a tomar las riendas de la historia de nuevo.
Por una vez no dejaré que todo se vaya a la deriva.
Para empezar, solo tomaré una parte poco importante de los "bocetos" de la historia. Una de esas partes que para mí explica cosas, pero apenas tiene cabida en la trama.
Dos personajes que se encuentran por primera vez. Dos almas a las que puede que el destino una o quizás las separe para siempre.
Espero que os guste.
Ella no se había dado
cuenta, pero desde hacía unos minutos alguien a lo lejos la estaba
observando.
Su pelo oscuro se mecía
por la suave brisa de la primavera y sus delicadas manos sostenían
un libro abierto ya gastado por el uso. Nada la habría distraído de
su lectura si no hubiese sido por una mariposa que quiso posarse
sobre las letras. Agitó las páginas con cuidado para alejarla sin
herirla y el animal echó el vuelo de nuevo.
Fue entonces, al levantar
la vista, cuando lo vio. El estaba en la puerta de entrada al jardín.
Había apoyado una bicicleta en la valla y en sus manos sostenía un
paquete del tamaño de una caja de zapatos.
Ahora era ella quien lo
observaba a él, cuyos nervios habían comenzado a hacer acto de
presencia. Sus pasos, lentos y temerosos, se acercaban por el camino
de piedra hasta la entrada de la casa donde ella se encontraba.
Posó el libro a su lado
y se levantó despacio, en dirección a él.
- Disculpe, busco a la
señorita Dans.
- Sí, soy yo.
- Es para usted -
contestó el joven extendiendo hacia ella la caja - de parte de su
padre, una selección de libros que han llegado esta mañana, ha
dicho que le interesaría tenerlos cuanto antes.
Ella no contestó,
únicamente rompió el papel con ansias para llegar cuanto antes al
tesoro que albergaba. "Libros de nuevo", los que le había
pedido hacía meses. Sus ojos brillaban con una luz especial cuando
levantó la mirada de nuevo de aquellas tapas.
- Gracias.
Un beso,
Nice