Paredes



Paredes.
Paredes marcadas.
Paredes llenas de marcas.
Paredes llenas de marcas y recuerdos. Los que desaparecerán cuando el resto de las cosas terminen de salir por la puerta, cuando ya no quede nada más que las paredes marcadas.
Ni siquiera quedarán ya los recuerdos.
Sólo las marcas.
Solo el polvo que perfila los recuerdos perdidos, los cuadros abandonados y los roces de una vida entera.
Eso es el final de la vida. Y no queda nada.
Sólo el polvo de los recuerdos olvidados, las marcas de las heridas mal curadas.
Nada.
Solo polvo y marcas.
Nada.

Os quiero


Otra vez este silencio incómodo. Otra vez este silencio ruin. Otra vez este silencio que no es silencio sino ruido. Uno que no puede oírse pero que está ahí. Lo sientes.
Ruido de lágrimas calladas, de lamentos ahogados, de corazones rotos, de esperanzas perdidas.

Ayer me vestí pensando que todavía dormía. Llegué a aquel sitio oscuro pensando que era una pesadilla. Lo observé todo y a todos desde lejos y todavía no me lo creía. Vagué despierta sin saberlo entre llantos de plañideras, entre frases hechas y risas bajas.
Me senté en la sombra y dejé que pasaran las horas hasta despertar de nuevo.
Pero no desperté de aquello; y la noche dio paso al día y este a la realidad. Estaba allí, no era mentira, ni sueño, ni ilusión. Todo era cierto.
Y las lágrimas supieron saladas de nuevo y el mundo oscuro ya no era oscuro, era como siempre, y se había olvidado de todo porque todo tenía que continuar. Entre sollozos decidí mirarlo y se movía y daba vueltas sin sentido mientras yo estaba quieta.

Y, mientras las gotas se derramaban una a una, pasó. El vacío, el que ya era vacío desde hacía meses, se hizo más profundo; y la oscuridad, la que llevaba aquel tiempo guardada allí dentro, se hizo más tenebrosa; y la soledad, la que se sentía solo en el silencio ruidoso, se volvió más extraña y dolorosa si cabía.

Juntos hundieron y ahogaron todo lo que encontraron a su paso y se llevaron todas las emociones. Y no hubo sonrisas, risas, ni aplausos. Se estropearon los abrazos, las caricias y los besos. Rompieron todo lo bueno y solo quedaron ellos: vacío, oscuridad y soledad.

Es cierto que todo se restablecería de nuevo. El vacío daría lugar a recuerdos de los que tras lágrimas se termina en sonrisa; la oscuridad sería luz para iluminar los caminos de otros con lo aprendido; y la soledad sería en compañía la misma que continuaría el siguiente ciclo.

A ti también: Gracias, por hacerme la envidia del resto de las niñas, por las libretas, por venir a recogerme el día del Mar Egeo... ya paro, ya paro. No he querido hacer una enumeración de recuerdos, pues sería una burda copia de aquello que le dediqué hace nada a tu compañera de camino, a aquella sin la que no sabes estar. Sabes que los tengo que son miles y millones y que estarán siempre conmigo. Al igual que tú con ella y ella contigo. Os quiero, siempre.

No es una despedida, pero te mando un beso desde lejos

Nunca supe realmente porqué la piel de sus manos estaba descolorida. Tampoco me importó. Era una de las múltiples cualidades de aquella mujer incansable, humilde y valiente.
Al menos, esa es la imagen que a mí me dejó. Instantáneas pasan lentamente frente a mí mostrándome el pasado. Luces, colores y aromas que se mezclan para traer los recuerdos de alguien irremplazable en todos los sentidos.

Solo había una manera de desahogarme, de expresar todo lo que estaba sintiendo. Quería hacer muchas cosas: llorar, chillar, romper el mundo y escaparme lejos... o quizás ninguna. No lo sabía entonces y no lo sé ahora. Quería sentirme mejor sin saber cómo y solo pude escribir. Letras y letras sobre recuerdos.
Nuestros recuerdos, tuyos y míos. 

El flan de huevo y las natillas con cucurucho; el olor a agua de rosas y los besos enviados de lejos, desde la ventana. Los primeros desayunos antes del cole, los veranos y las tardes de invierno lluviosas. La mantequilla con azúcar y los bocadillos de patatas fritas robadas. Los juegos de mesa y bajo la mesa o en el pasillo. Los nervios de la selectividad y las ganas de no crecer. La cascarilla. Las sábanas blancas de flores verdes y azules en una cama abatible. La permanente. Los piropos excesivos. El color verde baño y el "sintasol".
Tu sonrisa, tu voz, tu tacto, tu tranquilidad, tu dedicación, tu amabilidad, tu esfuerzo continuo, tu respeto, tu confianza en mí... pero sobretodo tu amor han marcado la diferencia.
Donde estés sólo espero que sepas lo mucho que te quiero. Sí, en presente. Así era ayer, pero también lo es hoy y estoy segura de que lo será mañana.
Puede que el tiempo suavice este dolor, pero tu recuerdo estará por siempre en mi mente.
Gracias abuela por estos maravillosos 27 años que me has acompañado, en los que me has secado lágrimas y curado heridas (conservo marcas que las demuestran ¿verdad?). Nunca seré tan fantástica como me veías, pero al menos intentaré que donde estés te sientas orgullosa de mí. Lo prometo.


Un guiño y un beso con la manos, desde tan lejos. Tú ya sabes porqué.

Trece cumpleaños (15 5 08)

Como dice la célebre frase de Picasso "que las musas te encuentren trabajando". Desde luego a la que ha pasado hoy por aquí, llevaba meses esperándola. 

Quizás lo que viene a continuación no es brillante y ni siquiera es parte real de lo "serio" que estoy escribiendo, pero como ya os dije la última vez, me gusta crear momentos acerca de mis personajes. Hoy conoceréis un poco a mi protagonista, aunque mucho tiempo antes de lo que sucede en la historia larga.


Sentada en la cocina podía escuchar el sonido del móvil en la habitación contigua. De un momento a otro ella lo cogería y a toda prisa saldría corriendo con un hasta la noche antes de cerrar la puerta. Todas las mañanas eran igual, hoy no sería una excepción.
Llegaría la noche y algo de comida preparada estaría esperando delante del microondas. Mientras ella, sentada en el sofá cigarrillo en mano, leería alguno de aquellos interesantes dossiers que lo ocupaban todo. Hola cariño, me diría al entrar, hay lasaña en la cocina.
El portazo tras su despedida de rigor me devolvió a la realidad. Los cereales se habían ablandado por completo en el bol, convirtiéndose en una masa pastosa. Habían acabado con el poco apetito que tenía. Me deshice de ellos y coloqué el cuenco en el lavavajillas. No había ningún otro plato, ni cubiertos, ni nada.
Mi madre desayunaba café, pero no lo hacía en casa, no un día de trabajo. Prefería su oficina o el trayecto hacia el despacho, nunca lo había tenido claro. Para ella, sentarse por las mañanas era perder un tiempo que no tenía o que al menos no quería emplear en ello. Ni siquiera hoy.
Agarré mis cosas y salí por la puerta. Me quedaban veinte minutos andando hasta el colegio. Veinte minutos en los que sólo podía pensar. Pensar en huir, en escapar, en desaparecer. Tenía muchas ganas de llorar, pero no quería hacerlo, hoy no.
Me puse los auriculares tan pronto el frío primaveral rozó mi cara. Sonaba WAS mientras caminaba por las aceras húmedas. Manos en los bolsillos, mirada al frente, paso rápido, cuanto antes llegara mejor.
El edificio se podía ver a lo lejos y aunque me quedaban unas calles ya estaba allí. Decenas de mochilas coloridas destacaban sobre un color gris azulado mezcla entre la piedra y el uniforme. No quería entrar pero me apetecía mucho menos estar sola.
Frente al semáforo, en el paso de peatones, esperé. Cambió a verde y me sentí incapaz de caminar. ¿Por qué no se había acordado? ¿Por qué no lo había mencionado en toda la semana? ¿Por qué ni siquiera había desayunado hoy conmigo?
Justo en mi mano enfundada en la chaqueta algo vibró. Saqué el teléfono y leí el mensaje: “Feliz cumple Nora! Bss -E”.
No. Hoy no iría a clase.  
13 cumpleaños 15 de Mayo de 2008




Espero que os haya gustado. Como siempre Nora y yo aceptamos sugerencias, comentarios, críticas y opiniones. Es más, las agradecemos de todo corazón.
Un beso ^__^

Personajes

Una de las cosas que más me fascina de escribir, es crear personajes. Partir de cero y crear una persona nueva: su aspecto, su personalidad, su manera de hablar y de moverse. Muchas veces, antes incluso de tener historias que contar, tengo personajes que me fascinan. 

En ocasiones, cuando intento centrarme en alguno, escribo momentos. Pequeños trozos de sus vidas que los definen, para más tarde recordar a la perfección a qué me refería con todas aquellas cualidades que había enumerado.

Hoy quiero compartir uno de los "bocetos" para un personaje de la novela que estoy escribiendo (o más bien desescribiendo). Un personaje que me agrada y que es mucho más de lo que parece, al menos en mi mente.

"Estaba esperando apoyado en la pared con aire despreocupado. Su flequillo rubio casi le tapaba los ojos, mientras miraba la acera bajo sus pies. Nada importaba, todo iba bien, como siempre.
Metió las manos en sus bolsillos, rozando la calderilla que sonó levemente. Apenas cinco euros en monedas, eso era lo que tenía para toda la tarde. Suspiró. No quería pedir dinero prestado, haría lo que fuera para no gastar más que eso.
Sacó el móvil para comprobar la hora. Era tarde y ellos, por no variar, se retrasaban. Era igual, llegarían al fin y al cabo. No le preocupaba esperar. 
La verdad es que siempre parecía que todo le daba igual, que nada tenía importancia. Para todos era un pasota, no importaban las clases, los horarios, los problemas, las broncas... bueno, eso sí, un buen puñetazo a tiempo siempre le alegraba el día. Quien lo conocía sabía, que no era bueno meterse con él, le gustaba dar duro, sólo eso. Puede que en otra vida hubiera sido boxeador, eso al menos tranquilizaría a los que terminaban con un puño en la cara.
Las calles estaban vacías a esa hora del día. El sol estaba alto y la gente prefería descansar. Gracias a ello, pudo distinguir en la lejanía unas voces conocidas. Por fin se habían decidido a aparecer. 
Suspiró otra vez. Se separó de la pared como si fuera plastilina y hubiera dejado su huella allí. Tanteó de nuevo la calderilla y echó a andar hacia la esquina con los pies pateando el suelo.
Otra tarde más a los billares [...]"

Espero que os haya gustado, entretenido o, al menos, recordado a alguien. Dani os estaría agradecido por vuestras críticas hacia su persona. Yo también.

***Harta de no tener nada nuevo que mostrar he decidido revolver en mis escritos de nuevo. Las musas no se han pasado últimamente por aquí. Si lo hubiesen hecho me habrían pillado tecleando basura, pero tecleando al menos.

Hoy soy libre

Ayer fue un día muy especial para mí. No diré que fue un buen día, pero sería estúpido pensar que no lo fue. Sería más claro denominarlo extraño, diferente y decir que, a pesar de los intentos de mi memoria, lo recordaré hasta el fin de mi existencia o de la de mi mente.

Ayer fue un día de cambio. El que he esperado desde hace ya unos cuantos años. El de decir adiós a toda la basura que había a mi alrededor y que hasta el último momento he tenido que estar oliendo. 

Ya no. Ya no tengo que aguantarla más. Ya no es necesario que ponga buena cara, que finja que aquello allí no pasa. Que diga lo bonito que es estudiar Arquitectura cuando lo que me rodea le arranca la mayúscula a esa palabra e insulta a su verdadero significado.

Ya no es necesario mentir. Hoy, soy titulada en arquitectura, pero la de la A grande ha perdido todo mi interés gracias a los que solo pueden otorgarle una minúscula. Del mismo tamaño que sus cerebros, del mismo que sus aspiraciones.

Adiós destrozadores de sueños e ilusiones. Adiós papanatas prepotentes. Adiós lugar de injustos, ahora sé distinguir vuestras máscaras de lejos.

Hoy soy libre y solo me denominaré autodidacta pues nada me habéis enseñado.

No inspirada

Hace semanas que intento retomar la historia que estaba haciendo y no puedo. Por algún motivo que desconozco - o que me empeño en ocultarme a mí misma - soy incapaz de continuar aquello en el mismo punto en el que lo dejé.

Lo he intentado con otras cosas: nuevos relatos, otras ideas que tenía en mente, etc. Pero nada. Ha sido imposible llegar a algo hasta hoy, cuando por fin me he dado cuenta de una cosa. 
Necesito volver a sumergirme en la historia que quería contar, volver a sentirla, a reconocer a los personajes en las caras y los gestos de los viandantes, a pensar en la soledad del bosque de Aquis. A llorar por el hombre que se marcha solo en un tren con destino a ningún lugar y el corazón roto. A sonreír ante los distintos caminos que se abren ante mi protagonista y a maldecir cuando debe tomar el equivocado. A amar a los malos tanto o más que a los buenos. Pero sobretodo, a tomar las riendas de la historia de nuevo. 

Por una vez no dejaré que todo se vaya a la deriva. 

Para empezar, solo tomaré una parte poco importante de los "bocetos" de la historia. Una de esas partes que para mí explica cosas, pero apenas tiene cabida en la trama. 

Dos personajes que se encuentran por primera vez. Dos almas a las que puede que el destino una o quizás las separe para siempre.

Espero que os guste.


Ella no se había dado cuenta, pero desde hacía unos minutos alguien a lo lejos la estaba observando.
Su pelo oscuro se mecía por la suave brisa de la primavera y sus delicadas manos sostenían un libro abierto ya gastado por el uso. Nada la habría distraído de su lectura si no hubiese sido por una mariposa que quiso posarse sobre las letras. Agitó las páginas con cuidado para alejarla sin herirla y el animal echó el vuelo de nuevo.
Fue entonces, al levantar la vista, cuando lo vio. El estaba en la puerta de entrada al jardín. Había apoyado una bicicleta en la valla y en sus manos sostenía un paquete del tamaño de una caja de zapatos.
 

Ahora era ella quien lo observaba a él, cuyos nervios habían comenzado a hacer acto de presencia. Sus pasos, lentos y temerosos, se acercaban por el camino de piedra hasta la entrada de la casa donde ella se encontraba.
Posó el libro a su lado y se levantó despacio, en dirección a él.
- Disculpe, busco a la señorita Dans.
- Sí, soy yo.
- Es para usted - contestó el joven extendiendo hacia ella la caja - de parte de su padre, una selección de libros que han llegado esta mañana, ha dicho que le interesaría tenerlos cuanto antes.
Ella no contestó, únicamente rompió el papel con ansias para llegar cuanto antes al tesoro que albergaba. "Libros de nuevo", los que le había pedido hacía meses. Sus ojos brillaban con una luz especial cuando levantó la mirada de nuevo de aquellas tapas.
- Gracias.


Un beso,
Nice